lunes, 18 de julio de 2016

Minúsculas cavilaciones

<<A mis hermanas no les complace la existencia que les ha tocado existir. Odian verse en el reflejo del agua y saber cuál va a ser su dirección final. Lo consideran desaforado e injusto. ¿Por qué, cuando más se disfruta de la presencia de la vida, estamos destinados a ausentarla? Cuando eso suceda, les va a agarrar por sorpresa. No van a saber por dónde, ni cuándo; pero sí que sabrán quién: los humanos. Y sabrán cómo: apresándolas y robándoles el aliento con facas o con gélido céfiro. Y sabrán por qué: porque sus asesinos desean gozar de una potestad superior a la que, según la Madre, les pertenece.

 >>Es el ciclo de nuestro mundo, aunque modificado. Se supone que, para que sucumbamos a la voluntad de la Madre, un predador debería arremeter contra nosotros con su anatomía y trataríamos de protegernos, aunque fuese en vano, pero algunos podríamos, tal vez, escapar. Funcionamos en grupo. Habría vida, evolución. Y, hogaño, vienen los humanos arrojándonos mazmorras desde la superioridad en que son considerados. Ni siquiera son lo suficientemente osados para descender y, así, arrostrarles. Quizá son más endebles que nosotros.

>>Una vez nos capturan, no nos ejecutan. A algunos nos dejan con vida para colocarnos en una exposición, hasta que a algún humano, aparentemente, le interesamos y es entonces cuando decretan el fin de nuestro padecimiento. Así elevan los cuchillos, y sin el más mínimo ápice de culpa, disgregan nuestro cuerpo. Lo último que contemplan nuestras retinas son unos artilugios desconocidos de apariencia circular que otorgan como trueque.

>>Los citados artilugios han sido avistados varias veces vagando por nuestro territorio hasta que se detienen el suelo. Contienen cifras por una cara, y por la otra, el semblante del enemigo acérrimo.

>>Al resto de quienes seremos aprisionados – es decir, todos –, los más agraciados desfalleceremos pronto a causa del frío extremo. Así de terrorífico, pero al menos, sucede con rapidez.

>>La cuestión es que mis hermanas pequeñas están muy inquietas por
todo esto. Yo, como mi especie, únicamente deseo que, llegado el momento, no sucumba a Su voluntad por la técnica del sufrimiento prolongado. El frío es mi sensación predilecta.>>


Memorias de una gamba.
Enara González Chans

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